Dr. Jorge Galo Medina Torres
Mtra. Roxana Aguirre Elizondo
Dr. Lorenzo A. López Barbosa
Hoy más que nunca necesitamos educar el sentido de la iniciativa, el respeto, la cooperación y la
actitud emprendedora. Hace falta más responsabilidad
compartida, imaginación y audacia para construir nuevos paradigmas centrados en
la sustentabilidad y los derechos humanos, incluido el de la alimentación.
Nos enfrentamos a una serie de desafíos provocados
por las propias características de nuestra sociedad global que tienen un
impacto directo en el ambiente, la cultura y en la educación. En nuestras
sociedades se ha producido un declive del sentido de lo colectivo y con ello la
radicalización de la individualidad.
Hay una desarticulación de las formas de pensar
globalmente que impide que adoptemos de manera colectiva una visión holística y sustentable --humana, social, económica y ecológica-- de nuestros problemas. Vivimos bajo una cultura donde la educación
promueve el esquema vital vivir-trabajar-consumir, sometiéndonos a patrones
que nos alejan de la naturaleza, de la ciudadanía, de la solidaridad con los
demás y de nosotros mismos que nos reduce exclusivamente a la condición de
clientes y objetos de consumo.
Cultura es
el conjunto de formas y maneras por las que los seres humanos organizan sus
actividades, piensan y simbolizan, incluyendo las significaciones que imprimen
a su práctica. Lo cultural impregna
la economía y esta a su vez incide en la cultura.
Vivimos una época donde prolifera lo que pronosticaba
Marcuse: «la sociedad industrial moderna es cada vez más “irracional como
totalidad” pues su pomposa racionalidad que propugna la eficiencia y el
crecimiento, es en sí misma irracional», donde el proyecto cultural-educativo
del sistema económico vigente viene a decir que todo tiene su precio. Toda
realidad o necesidad humana se puede reducir
a servicio, bien
o cosa mercantilizable.
Hoy
sabemos que más desarrollo no equivale a más bienestar sino lo contrario más
malestar ecológico y social.
Hoy los geólogos avisan de lo que ya no funciona en
las entrañas de la tierra: el agotamiento de los combustibles fósiles. Pero persisten dos mensajes contradictorios:
más productivismo y al mismo tiempo más ambientalismo, pero los modelos de
pensamiento enferman cuando priorizan las cosas, los bienes y el dinero a las
personas, los lazos humanos y al entorno quedando de
este modo esterilizada
e insustancial.
Experimentamos procesos formativos por los que se
impone sutilmente la selección
social de las
ideas y su
aceptación como algo
natural. Esta dinámica provoca un
fenómeno denominado «disonancia
cognitiva» por el que se rompe la coherencia y establecemos una división entre
lo que se piensa y lo que se hace. Se tiende a adecuar la conducta a las
ideas o finalmente las ideas quedan supeditadas al comportamiento. Los sistemas
de educación y formación reproducen mayoritariamente las ideas que fundamentan
el modelo social vigente. Como dice Marcel Proust « El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos caminos sino en tener nuevos ojos »
La deficiente educación del pensamiento y la
voluntad, se reúnen con la manipulación mediática para extender el deseo
continuo e indefinido de poseer, como una aspiración unánime y mecanismo para
alcanzar la felicidad, que rompe finalmente las barreras ideológicas o morales.
Lo anterior, termina no sólo por provocar un 80% de
pobres en el mundo o agravar las desigualdades territoriales y sociales entre
regiones y países; también pone en grave riesgo la propia vida humana y la
biodiversidad de la propia Tierra. Frente a este reto mayúsculo, debemos construir una nueva ciudadanía, que
nos permita superar el miedo y la desconfianza a partir de la cooperación y la
reciprocidad
Debemos
aprender a mirar el mundo de otra forma, con atención sensible, con ojos
nuevos, para que se nos develen realidades que no nos gustan. Vivimos la
paradoja de la mirada “selectiva”. Solo percibimos las partes que nos interesan
mientras queda eclipsada la visión de los inocentes que sufren.
Tenemos que
desterrar el paliativo de un creciente asistencialismo de las políticas
sociales.
Hoy, son dominantes los valores de la cultura de una
auto-complacencia egoísta que se impone mediante la seducción de la imagen, creando
prejuicios y desplazamos la atención a las consecuencias o efectos de la
marginación a sus aspectos más espectaculares y morbosos.
Pero ya sabemos que no hay peor engaño que el de
quien se engaña a sí mismo. Es algo que va más allá del pretexto, es lo que denomina racionalización; una manera de no ver la realidad, sino de ajustar esa realidad a nuestro estado emocional. Nada cambiará a no ser que aprendamos a crear
vínculos, a que nuestras mentes cambien, a partir de la actitud esencial del
respeto hacia los demás. Sabemos que la transformación personal es
condición de cualquier cambio social. Necesitamos elaborar un “arte de vivir”
que sepa unir en fecunda interacción las motivaciones personales y las
colectivas.
Sin ese humus cívico, cultural y educativo que
configura el capital social no es posible sustentar procesos de desarrollo
económico estables y duraderos ni combatir la pobreza y exclusión social
instalada en nuestras sociedades ayer opulentas, y hoy en depresión.
Para Paulo
Freire, Claudio Naranjo, Emilio Lledó y muchos autores, educar es crear
libertad, dar posibilidad al pensar. Y la
mejor manera de aprender a pensar es pensando en los demás. Somos seres
relacionales, estamos en interacción con el entorno, los demás y con
nosotros mismos. El
proyecto educativo debe
incluir estos tres círculos; porque una sociedad dinámica,
como un ser humano realmente vivo no es solamente lo que es, sino lo que quiere
llegar a ser. No se deja vencer por la incertidumbre ni el miedo a lo
desconocido. Uno es también lo que se
siente capaz de ser. La incertidumbre forma parte de la vida y es una
condición esencial de la existencia. La
educación debe ser capaz de suscitar la curiosidad estimulando el pensamiento y
la observación de lo que nos rodea.
Sin
esperanza no hay espíritu emprendedor ni cooperación. Para que esta vida valga la pena y privilegiemos la
convivencia es preciso compartir problemas y soluciones con los demás. Si le
quitamos la bondad, la belleza, la justicia o la verdad ¿Merece la pena vivir?
Ese aprendizaje cotidiano del valor del diálogo ayuda a echar raíces en la cultura
democrática y una economía social y solidaria. Frente al miedo, la angustia, el
individualismo y el egoísmo hay que impulsar
culturas cooperativas orientadas
a la emulación, compartir, la alteridad,
la fraternidad y
la alegría. Solo
podemos hacer posible la esperanza en la educación si confiamos en las capacidades
y potencialidades de la gente organizada como un modo mejor de avanzar juntos.
El período
histórico actual se caracteriza porque los problemas que la humanidad debe resolver
no son principalmente de producción más crecimiento sino de tipo ecológico y
social; más redistribución de la riqueza, más justicia, más derecho, más
democracia. Hay que repensar la
economía a la luz de los fundamentos de una cultura de la sustentabilidad para que emerja una nueva cultura cívica
basada en los derechos humanos.
El proyecto cultural - educativo que los tiempos
nuevos necesitan implica invertir la hegemonía de lo cuantitativo en provecho
de lo cualitativo, de la calidad de vida y reconsiderar la noción de riqueza y
de crecimiento a partir de otros paradigmas como la sustentabilidad.
La potencialidad creativa para innovar y construir
alternativas solo será realidad si sabemos tener referencias
éticas y desarrollar esa otra manera de ser en el mundo que ya está
aquí. Educar es ayudar a las personas en
su proceso de desarrollo integral; acompañarlas para que puedan realizar su
misión de ser personas responsables con dignidad, merecedoras de respeto.
El saber humano se ha forjado en un lento proceso de
concientización y maduración. Brota de lo más profundo de nuestra cultura
arraigada siempre a la tierra, al agua, al clima y la naturaleza que nos acoge. La educación tiene
la misión esencial de enseñar a pensar y cooperar. A dejar que la inteligencia
al completo- cognitiva y emotiva, relacional y moral -alcance su libertad,
alcance su conciencia.
Si nos
remontamos a la importancia de la raíz latina de “Consciencia”: ”Con-scire”:
-saber juntos-Esta significación la convierte esencialmente en un fenómeno social
y dialógico.
Educación y conciencia están indisolublemente
vinculadas. Educar para transformar será
uno de los retos básicos para que los
seres humanos lleguemos a ser quiénes somos y podamos construir respuestas a la
altura de los desafíos actuales.
La
educación transformadora identifica e integra los valores y actitudes que
ayudan y por el contrario rechaza los que degradan a las personas. Incluyen todas las dimensiones emocionales,
cognitivas, relacionales. Otro criterio básico de la educación transformadora
es su apuesta por partir de la vida, de las experiencias vivenciales y
convivenciales de las personas en proceso para enriquecer la vida. Para ello es
necesario aceptar la existencia de conflictos, tensiones entre realidades y
dilemas para optar.
La educación transformadora pretende transformar la
realidad. La educación ayuda a un arte de vivir orientado hacia la sobriedad
feliz y no hacia un modelo de crecimiento, producción y consumo insostenible
para el futuro de los ecosistemas.
En la sociedad de la información junto a las ventajas y promesas también
aparecen fenómenos que limitan la libertad. Perdemos la capacidad de controlar
nuestros pensamientos y de
profundizar nuestra atención. En efecto el abuso de los datos
y la repetición obsesiva de determinadas noticias al multiplicarse
exponencialmente hasta límites increíbles con la mediación de las tecnologías y
los medios de comunicación puede lograr que
la interpretación tergiversadora de los hechos
se presente como verosímil, pero no
son verdad. La
educación debe ayudar
a elaborar criterios para
discernir los problemas de la realidad y aprender a analizar crítica y
libremente. El sentido de la existencia
se construye desde
la responsabilidad y la libertad.
Tenemos la
responsabilidad de ser buscadores de la verdad. Teniendo en cuenta no solo lo
que parece sino la complejidad de una realidad de la que emergen certezas
obvias, contrastables.
En relación con otros y otras uno descubre sus capacidades, necesidades y límites para
desarrollar la propia libertad de modo autónomo y consciente. La educación debe estimular la capacidad de
soñar y construir escenarios inéditos pero viables, tal como definía Freire la
utopía. Para ello se requiere tiempo, paciencia y oportunidad. No se puede
organizar en acciones formativas cortas. La construcción del proyecto personal
y profesional exige voluntad y espacios propicios para ello y sobre todo
conciencia de quererlo hacer. Porque tienen esperanza y confían en construir un
futuro mejor.
Como decía Paulo
Freire: “Cuando se considera el futuro como algo dado de antemano, bien como
repetición mecánica del presente o, simplemente, porque es lo que tenga que
ser, no cabe la utopía ni, en consecuencia, el sueño, la elección, la decisión,
o la expectativa, que es el único modo de existencia de la esperanza. No cabe
la educación, solo el entrenamiento.”
Por otra parte, la educación es esencial para que se puedan cimentar y articular
los conocimientos que se generan en la sociedad de la información. Pero no podemos olvidar la sustantividad de otros aspectos tan
determinantes en la inserción y la formación de la personalidad y el carácter
como son la inventiva, curiosidad, el riesgo, el juego, el grupo, el
aprendizaje de las relaciones, entre otros-
La postura por aprender a pensar y decidir no se improvisa. Requiere paciencia. Supone propósito y compromiso
para desarrollarlo. La formación que educa es lo contrario a la formación que deforma y
aliena. La educación transformadora es siempre actividad intencional y
orientada a que la gente aprenda a ser, a saber vivir y convivir. Para ello
desarrollará la capacidad de pensar, de relacionarse, de analizar problemas y
tomar decisiones. Supone actividad
frente a pasividad; iniciativa frente a docilidad. La misión fundamental de la educación no puede seguir fijada en el
acceso a las informaciones sino en aprender a ser persona, estimular la
creatividad y capacidad de pensar, saber relacionarse y convivir respetando a
los demás. Su esencia es hacer nacer
en la persona la capacidad de hacerse cargo de sí misma de manera autónoma.
Que pueda convertirse
en sujeto consciente
de su libertad, dueño de su
relación consigo mismo, con los demás y con el mundo. Pero no valen
recetas ni fórmulas
infalibles.
No se
puede reglamentar la creatividad ni imponer autoritariamente la innovación. Sin
participación voluntaria ni espontaneidad no se da apertura de miras. Sólo en
entornos de plena libertad, puede aparecer la creatividad que es la condición
esencial para la innovación.
La educación
crítica y el aprendizaje permanente que se desarrolla a partir del
diálogo creativo con el entorno y los otros seres que aprenden en comunidad
estimulan la curiosidad y las ganas de seguir aprendiendo cooperativamente es
la fórmula que abre el territorio de la innovación y la creatividad a la resolución de necesidades
sociales.
Educar para
transformar es forma personas que valoren y quieran el sentido de la justicia y
la solidaridad. Para ello es
imprescindible que conozcan las situaciones reales de la vida decente y los
obstáculos que la impiden. Que descubran las causas y las maneras como se
potencian estos valores así como las razones que las ponen en peligro de modo
que puedan madurar opciones a favor de la defensa de la justicia y la
solidaridad.
Se orienta a lograr interés y preocupación por los
otros, ayudar a descubrir todos los aspectos implicados en sus relaciones y
procurar que las opciones se vayan concretando en hábitos y actitudes propios
de la justicia y la solidaridad.
Hoy en día debemos de promover un sistema de
educación-formación centrado en las personas que aprenden y partir de las
experiencias, necesidades, expectativas y centros de interés asumiendo sus
códigos y valores culturales.
Este
sistema debe estar disponible para niños, jóvenes universitarios, campesinos,
productores, extensionistas, funcionarios públicos, pues sólo educando la
mirada podremos comprender nuestros problemas, entre ellos el alimentario, y
favorecer el impulso de nuevas estrategias, el uso de nuevos paradigmas que nos
lleven a innovar, transformar prácticas productivas insustentables, a promover
la agricultura en pequeña escala, a involucrarnos todos en la impostergable tarea
de alimentar (nos)….
“Educar al Hombre,
Cultivar la Tierra”.