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martes, 26 de noviembre de 2013

Educar Para transformar y alcanzar la Seguridad Alimentaria


Dr. Jorge Galo Medina Torres
Mtra. Roxana Aguirre Elizondo
Dr. Lorenzo A.  López Barbosa

Hoy más que nunca necesitamos educar el sentido de la iniciativa, el respeto, la cooperación y la actitud emprendedora. Hace falta más responsabilidad compartida, imaginación y audacia para construir nuevos paradigmas centrados en la sustentabilidad y los derechos humanos, incluido el de la alimentación.

Nos enfrentamos a una serie de desafíos provocados por las propias características de nuestra sociedad global que tienen un impacto directo en el ambiente, la cultura y en la educación. En nuestras sociedades se ha producido un declive del sentido de lo colectivo y con ello la radicalización de la individualidad. 
Hay una desarticulación de las formas de pensar globalmente que impide que adoptemos de manera colectiva una visión holística y sustentable --humana, social, económica y ecológica-- de nuestros problemas. Vivimos bajo una cultura donde la educación promueve el esquema vital vivir-trabajar-consumir, sometiéndonos a patrones que nos alejan de la naturaleza, de la ciudadanía, de la solidaridad con los demás y de nosotros mismos que nos reduce exclusivamente a la condición de clientes y objetos de consumo.

Cultura es el conjunto de formas y maneras por las que los seres humanos organizan sus actividades, piensan y simbolizan, incluyendo las significaciones que imprimen a su práctica. Lo cultural impregna la economía y esta a su vez incide en la cultura.
Vivimos una época donde prolifera lo que pronosticaba Marcuse: «la sociedad industrial moderna es cada vez más “irracional como totalidad” pues su pomposa racionalidad que propugna la eficiencia y el crecimiento, es en sí misma irracional», donde el proyecto cultural-educativo del sistema económico vigente viene a decir que todo tiene su precio. Toda realidad o necesidad humana se puede reducir  a  servicio,  bien  o  cosa  mercantilizable. 

Hoy sabemos que más desarrollo no equivale a más bienestar sino lo contrario más malestar ecológico y social.

Hoy los geólogos avisan de lo que ya no funciona en las entrañas de la tierra: el agotamiento de los combustibles fósiles. Pero persisten dos mensajes contradictorios: más productivismo y al mismo tiempo más ambientalismo, pero los modelos de pensamiento enferman cuando priorizan las cosas, los bienes y el dinero a las personas, los lazos humanos y al entorno quedando  de  este  modo  esterilizada  e  insustancial. 
Experimentamos procesos formativos por los que se impone sutilmente la selección  social  de  las  ideas  y  su  aceptación  como  algo  natural.  Esta dinámica provoca un fenómeno denominado «disonancia cognitiva» por el que se rompe la coherencia y establecemos una división entre lo que se piensa y lo que se hace. Se tiende a adecuar la conducta a las ideas o finalmente las ideas quedan supeditadas al comportamiento. Los sistemas de educación y formación reproducen mayoritariamente las ideas que fundamentan el modelo social vigente. Como dice Marcel Proust    « El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos caminos sino en tener nuevos ojos  »

La deficiente educación del pensamiento y la voluntad, se reúnen con la manipulación mediática para extender el deseo continuo e indefinido de poseer, como una aspiración unánime y mecanismo para alcanzar la felicidad, que rompe finalmente las barreras ideológicas o morales.
Lo anterior, termina no sólo por provocar un 80% de pobres en el mundo o agravar las desigualdades territoriales y sociales entre regiones y países; también pone en grave riesgo la propia vida humana y la biodiversidad de la propia Tierra. Frente a este reto mayúsculo, debemos construir una nueva ciudadanía, que nos permita superar el miedo y la desconfianza a partir de la cooperación y la reciprocidad
Debemos aprender a mirar el mundo de otra forma, con atención sensible, con ojos nuevos, para que se nos develen realidades que no nos gustan. Vivimos la paradoja de la mirada “selectiva”. Solo percibimos las partes que nos interesan mientras queda eclipsada la visión de los inocentes que sufren. 

Tenemos que desterrar el paliativo de un creciente asistencialismo de las políticas sociales.

Hoy, son dominantes los valores de la cultura de una auto-complacencia egoísta que se impone mediante la seducción de la imagen, creando prejuicios y desplazamos la atención a las consecuencias o efectos de la marginación a sus aspectos más espectaculares y morbosos.
Pero ya sabemos que no hay peor engaño que el de quien se engaña a  sí  mismoEs algo que va más allá del pretexto, es lo que denomina racionalización; una manera de no ver la realidad, sino de ajustar esa realidad a nuestro estado emocional. Nada cambiará a no ser que aprendamos a crear vínculos, a que nuestras mentes cambien, a partir de la actitud esencial del respeto hacia los demás. Sabemos que la transformación personal es condición de cualquier cambio social. Necesitamos elaborar un “arte de vivir” que sepa unir en fecunda interacción las motivaciones personales y las colectivas.
Sin ese humus cívico, cultural y educativo que configura el capital social no es posible sustentar procesos de desarrollo económico estables y duraderos ni combatir la pobreza y exclusión social instalada en nuestras sociedades ayer opulentas, y hoy en depresión.

Para Paulo Freire, Claudio Naranjo, Emilio Lledó y muchos autores, educar es crear libertad, dar posibilidad al pensar.  Y la mejor manera de aprender a pensar es pensando en los demás. Somos seres relacionales, estamos en interacción con el entorno, los demás y  con  nosotros  mismos.  El  proyecto  educativo  debe  incluir  estos  tres círculos; porque una sociedad dinámica, como un ser humano realmente vivo no es solamente lo que es, sino lo que quiere llegar a ser. No se deja vencer por la incertidumbre ni el miedo a lo desconocido. Uno es también lo que se siente capaz de ser. La incertidumbre forma parte de la vida y es una condición esencial de la existencia. La educación debe ser capaz de suscitar la curiosidad estimulando el pensamiento y la observación de lo que nos rodea.

Sin esperanza no hay espíritu emprendedor ni cooperación. Para que esta vida valga la pena y privilegiemos la convivencia es preciso compartir problemas y soluciones con los demás. Si le quitamos la bondad, la belleza, la justicia o la verdad ¿Merece la pena vivir? Ese aprendizaje cotidiano del valor del diálogo ayuda a echar raíces en la cultura democrática y una economía social y solidaria. Frente al miedo, la angustia, el individualismo y el egoísmo hay que impulsar  culturas  cooperativas  orientadas  a  la  emulación, compartir,  la alteridad,  la  fraternidad  y  la  alegría.  Solo podemos hacer posible la esperanza en la educación si confiamos en las capacidades y potencialidades de la gente organizada como un modo mejor de avanzar juntos.
El período histórico actual se caracteriza porque los problemas que la humanidad debe resolver no son principalmente de producción más crecimiento sino de tipo ecológico y social; más redistribución de la riqueza, más justicia, más derecho, más democracia. Hay que repensar la economía a la luz de los fundamentos de una cultura de la sustentabilidad para que emerja una nueva cultura cívica basada en los derechos humanos.

El proyecto cultural - educativo que los tiempos nuevos necesitan implica invertir la hegemonía de lo cuantitativo en provecho de lo cualitativo, de la calidad de vida y reconsiderar la noción de riqueza y de crecimiento a partir de otros paradigmas como la sustentabilidad.
La potencialidad creativa para innovar y construir alternativas solo será realidad si sabemos tener  referencias  éticas y desarrollar esa otra manera de ser en el mundo que ya está aquí. Educar es ayudar a las personas en su proceso de desarrollo integral; acompañarlas para que puedan realizar su misión de ser personas responsables con dignidad, merecedoras de respeto.
El saber humano se ha forjado en un lento proceso de concientización y maduración. Brota de lo más profundo de nuestra cultura arraigada siempre a la tierra, al agua, al clima  y la naturaleza que nos acoge. La educación tiene la misión esencial de enseñar a pensar y cooperar. A dejar que la inteligencia al completo- cognitiva y emotiva, relacional y moral -alcance su libertad, alcance su conciencia.
Si nos remontamos a la importancia de la raíz latina de “Consciencia”: ”Con-scire”: -saber juntos-Esta significación la convierte esencialmente en un fenómeno social  y dialógico.         
Educación y conciencia están indisolublemente vinculadas. Educar para transformar será uno de los retos  básicos para que los seres humanos lleguemos a ser quiénes somos y podamos construir respuestas a la altura de los desafíos actuales.

La educación transformadora identifica e integra los valores y actitudes que ayudan y por el contrario rechaza los que degradan a las personas. Incluyen todas las dimensiones emocionales, cognitivas, relacionales. Otro criterio básico de la educación transformadora es su apuesta por partir de la vida, de las experiencias vivenciales y convivenciales de las personas en proceso para enriquecer la vida. Para ello es necesario aceptar la existencia de conflictos, tensiones entre realidades y dilemas para optar.
La educación transformadora pretende transformar la realidad. La educación ayuda a un arte de vivir orientado hacia la sobriedad feliz y no hacia un modelo de crecimiento, producción y consumo insostenible para el futuro de los ecosistemas.

En la sociedad de la información  junto a las ventajas y promesas también aparecen fenómenos que limitan la libertad. Perdemos la capacidad de controlar  nuestros  pensamientos  y de  profundizar  nuestra  atención. En efecto el abuso de los datos y la repetición obsesiva de determinadas noticias al multiplicarse exponencialmente hasta límites increíbles con la mediación de las tecnologías y los medios de comunicación puede lograr que  la  interpretación  tergiversadora  de  los  hechos  se  presente como verosímil, pero  no  son  verdad.  La  educación  debe  ayudar  a  elaborar criterios para discernir los problemas de la realidad y aprender a analizar crítica  y  libremente.  El sentido  de  la  existencia  se  construye  desde  la responsabilidad y la libertad.

Tenemos la responsabilidad de ser buscadores de la verdad. Teniendo en cuenta no solo lo que parece sino la complejidad de una realidad de la que emergen certezas obvias, contrastables.
En relación con otros y otras  uno descubre sus  capacidades, necesidades y límites para desarrollar la propia libertad de modo autónomo y consciente. La educación debe estimular la capacidad de soñar y construir escenarios inéditos pero viables, tal como definía Freire la utopía. Para ello se requiere tiempo, paciencia y oportunidad. No se puede organizar en acciones formativas cortas. La construcción del proyecto personal y profesional exige voluntad y espacios propicios para ello y sobre todo conciencia de quererlo hacer. Porque tienen esperanza y confían en construir un futuro mejor.
Como decía Paulo Freire: “Cuando se considera el futuro como algo dado de antemano, bien como repetición mecánica del presente o, simplemente, porque es lo que tenga que ser, no cabe la utopía ni, en consecuencia, el sueño, la elección, la decisión, o la expectativa, que es el único modo de existencia de la esperanza. No cabe la educación, solo el entrenamiento.”

Por otra parte,  la educación es esencial para que se  puedan cimentar y  articular  los conocimientos que se generan en la sociedad de la información. Pero no podemos olvidar la sustantividad de otros aspectos tan determinantes en la inserción y la formación de la personalidad y el carácter como son la inventiva, curiosidad, el riesgo, el juego, el grupo, el aprendizaje de las relaciones, entre otros-
La postura por aprender a pensar y decidir no se improvisa. Requiere paciencia. Supone propósito y compromiso para  desarrollarlo. La formación que educa es lo contrario a la formación que deforma y aliena. La educación transformadora es siempre actividad intencional y orientada a que la gente aprenda a ser, a saber vivir y convivir. Para ello desarrollará la capacidad de pensar, de relacionarse, de analizar problemas y tomar decisiones. Supone actividad frente a pasividad; iniciativa frente a docilidad. La misión fundamental de la educación no puede seguir fijada en el acceso a las informaciones sino en aprender a ser persona, estimular la creatividad y capacidad de pensar, saber relacionarse y convivir respetando a los demás. Su esencia es  hacer nacer en la persona la capacidad de hacerse cargo de sí misma de manera autónoma. Que  pueda  convertirse  en  sujeto  consciente  de su  libertad, dueño de su relación consigo mismo, con los demás y con el mundo. Pero no  valen  recetas  ni  fórmulas  infalibles. 

No se puede reglamentar la creatividad ni imponer autoritariamente la innovación. Sin participación voluntaria ni espontaneidad no se da apertura de miras. Sólo en entornos de plena libertad, puede aparecer la creatividad que es la condición esencial para la innovación.
La educación  crítica y el aprendizaje permanente que se desarrolla a partir del diálogo creativo con el entorno y los otros seres que aprenden en comunidad estimulan la curiosidad y las ganas de seguir aprendiendo cooperativamente es la fórmula que abre el territorio de la innovación y  la creatividad a la resolución de necesidades sociales.
Educar para transformar es forma personas que valoren y quieran el sentido de la justicia y la solidaridad. Para ello es imprescindible que conozcan las situaciones reales de la vida decente y los obstáculos que la impiden. Que descubran las causas y las maneras como se potencian estos valores así como las razones que las ponen en peligro de modo que puedan madurar opciones a favor de la defensa de la justicia y la solidaridad.
Se orienta a lograr interés y preocupación por los otros, ayudar a descubrir todos los aspectos implicados en sus relaciones y procurar que las opciones se vayan concretando en hábitos y actitudes propios de la justicia y la solidaridad.

Hoy en día debemos de promover un sistema de educación-formación centrado en las personas que aprenden y partir de las experiencias, necesidades, expectativas y centros de interés asumiendo sus códigos y valores culturales.
Este sistema debe estar disponible para niños, jóvenes universitarios, campesinos, productores, extensionistas, funcionarios públicos, pues sólo educando la mirada podremos comprender nuestros problemas, entre ellos el alimentario, y favorecer el impulso de nuevas estrategias, el uso de nuevos paradigmas que nos lleven a innovar, transformar prácticas productivas insustentables, a promover la agricultura en pequeña escala, a involucrarnos todos en la impostergable tarea de alimentar (nos)….  
                                    “Educar al Hombre, Cultivar la Tierra”.