Nuevas digresiones
acerca de una vieja temática
La felicidad es abandono, es despego, es olvidarnos del pasado y vivir el presente. Desde que nacemos, nos van labrando otro yo que se aleja de quien debemos ser, se nos va construyendo una historia personal. En la matriz biológica empieza esa jornada. Y nos vamos cargando de ideas, de sentimientos, de valores, de actitudes, de prejuicios, de detalles, de afectos y desafectos. !Que razón tenía Einstein al decir¡:
“triste época nos ha tocado vivir: es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
El alejarnos del pasado nos evita cargar con sombras que empañan nuestra vida en el presente; y con ello evitamos que cualquier pensamiento negativo nos ate al ayer o conduzca nuestra vida en el presente.
La felicidad es una sensación, una emoción, un gozo que nos invade totalmente, que nos llena y nos deja henchidos de un algo que no es fácil describir, de un algo que se siente, se percibe, que no permite temores, dudas ni sobresaltos. Es vivir plenamente, fusionados a todo lo que nos rodea, a los amigos y familiares, al entorno, consagrados a alguna actividad que, por modesta que sea, la hacemos con pasión, con gusto, con la satisfacción que nos deja aquello que nos hace sentirnos útiles y necesarios.
Bien decía el dramaturgo George Bernard Shaw, en su obra Pygmalion:
“...dichoso aquel cuya afición coincide con su profesión...”.
La felicidad es una actitud ante la vida, en la que nos aceptamos tal como somos, sin desasosiegos ni zozobras; sin remordimientos ni rencores, viviendo apegados a la universal oración de la serenidad:
“....concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que si puedo y sabiduría para discernir la diferencia...”.
La felicidad es una forma de enfrentar la vida, caminando con seguridad hacia el terreno desconocido, incierto, alejándose de lo familiar, del camino común, tal y como lo expresó el poeta Robert Frost :
“... Dos caminos divergían en el bosque, y yo... Yo tomé el menos trillado, y ahí está la diferencia...”
La felicidad es estar en armonía con la realidad, ver la vida como es y no cómo me gustaría que fuese; no como la que me muestran mis anhelos, figuraciones y creencias. El Español Ramón de Campoamor mejor que nadie lo expresó:
“... En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira...”.
Felicidad es sin duda, la capacidad de asombro, de maravillarnos aún con las cosas mas insignificantes o intrascendentes, de apreciar lo extraordinario que hay en lo rutinario, de reconocer el milagro de la vida en las múltiples pequeñeces que cotidianamente vemos. Antoine de Saint Exupéry, en su encantadora fabula El Principito nos descubre el secreto de lo que es más importante en la vida, y a través del cual alcanzamos la felicidad:
“ no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos...”
Finalmente, es la felicidad una incesante búsqueda por el hombre y la mujer de un mejor mundo; el filósofo Escocés Francis Hutcheson lo sintetiza así:
“... La mejor acción es la que proporciona mayor felicidad al mayor número posible de personas...”
