Con
la partida de Arreola a otros confines, comenzó esa ausencia eterna que se
inicia con la muerte. Y es entonces cuando empieza a escribirse la historia de
los ausentes que, con el tiempo, termina convirtiéndose en leyenda. Y sobre ese recuerdo, sobre esa historia y
esa leyenda es de lo que voy a hablarles ahora.
Sagaz
en el análisis, profundo en la reflexión, irónico en su talante, agudo en su
ingenio y lapidario ante la falsedad y la mentira, eso fue Jesús Alfonso
Arreola.
Siempre
ostentó con orgullo el título de Maestro. Y lo fue en toda la extensión de la
palabra. Ante cada alumno, frente a cada oyente, ejerció la docencia con la
tenacidad y la delicadeza del orfebre que cincela una a una las piezas de su
arte.
Era
un asiduo e incansable lector. En su afán de conocer más de su tierra y de su
nación, leía cuanto libro, revista, artículo, o simple nota que caía en sus
manos. Así fue acumulando una vasta cultura que acabó por convertirlo en el
historiador coahuilense por excelencia.
Pero
al fin maestro afanoso, sólo se sentía realizado cuando tenía la oportunidad de
difundir sus conocimientos; y lo hizo en las aulas de las escuelas primarias,
secundarias, preparatorias, normalistas y universitarias. Y aún no satisfecho
con esa tarea, como un nuevo Aristóteles peripatético, peregrinó a lo ancho y
largo del estado, acompañado siempre de su amada Roxana, para impartir sus talleres de historia a
grupos de distinguidas damas coahuilenses, ávidas de enriquecer su cultura. Así
logró conjugar en una sola inspiración sus dos grandes pasiones: la historia y
la docencia. La historia la estudiaba como el más ávido de los muchachos por
aprender, y la enseñaba con la sencillez y claridad que sólo los grandes
maestros dominan.
Íntegro
y honesto, vivió en esa honrada medianía
que resulta de limitarse a subsistir con los honorarios que la ley dispone, esa
medianía a la que Juárez nos conminó a todos los funcionarios públicos de la
nación.
Su oficio de historiador estuvo
inspirado por las tres grandes gestas de la Patria: la Independencia, la Reforma
y la Revolución. De la primera escogió a Morelos, aquél egregio independentista
sin par, que con la sencillez de los verdaderos héroes se limitó a considerarse
a sí mismo sólo como un humilde Siervo
de la Nación.
De la Reforma, centró su atención en Juárez, el
patriota por excelencia, a quien ninguna adversidad logró desanimar en su noble
empeño de restaurar a la Nación. Arreola fue un juarista de aquellos a quienes
otro gran maestro, Federico Berrueto Ramón, los ungió con el honroso encargo de
ser depositarios y defensores del credo juarista.
De la Revolución, Arreola se queda
con Carranza. Así como Juárez luchó por la restauración de la República,
Carranza lucha por la restauración de la Constitución, única vía para
devolverle al pueblo la libertad, los derechos y las garantías que había logrado
desde la Independencia. Carranza se distingue porque siempre tuvo una idea muy
clara de cuál habría de ser la orientación de la lucha revolucionaria. Igual
que Morelos y Juárez, Carranza se jugó la vida en cada batalla en pos de su
ideal: el orden constitucional.
Arreola no fue un historiador
repetidor de fechas y de anécdotas frívolas. Él analizaba cada hecho con
profundidad, relacionaba hechos históricos con sus consecuencias políticas,
sociales y económicas y al tomar partido sobre algo o sobre alguien, defendía
sus convicciones con conocimiento de causa. Al exponer su cátedra, lo mismo en
el aula que en la mesa con sus amigos, su elocuencia cautivaba y sorprendía su
erudición.
A través de su clara mirada, apacible
y vital, se podía calibrar su estado de ánimo. Y si uno alcanzaba a detectar a
tiempo una pícara sonrisa en sus ojos, era inminente la broma, la ironía, a
veces demoledora. Fue grande de espíritu, de largo alcance la profundidad de
sus ideas y de una inteligencia ágil y penetrante.
Vivió su vida apasionadamente, como
la viven los hombres acicateados por nobles afanes. Comprometido lealmente con
su patria, siempre fiel a Coahuila, siempre cordial con sus amigos y siempre
amoroso con los suyos.
Son pocos los hombres que llegan al
final de la vida con las manos limpias, la conciencia en paz, con una alforja
llena de riquezas espirituales y con su dignidad incólume. Así llegó Arreola al
rendir su jornada.
¡Cómo nos haces falta Jesús Alfonso
Arreola. Cómo le haces falta a México, a Coahuila, a tu partido, a tus amigos y
a tu familia! Pero debemos habituarnos a tu ausencia, con la naturalidad con
que vemos caer el sol al atardecer de cada día. Acostumbrarnos a tu retirada e
imaginarnos que aquí, junto a nosotros nos acompañas con tu sonrisa socarrona y
que entre el murmullo de estos árboles adivinamos el timbre de tu voz
inconfundible y que por alguna razón o gazapo de alguien, vendrá la picardía
irónica, la broma que nos hará reír de nuevo.
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¹Discurso pronunciado por el
Lic. Eliseo Mendoza Berrueto en la
ceremonia conmemorativa del 1er Aniversario Luctuoso del Prof. Jesús Alfonso
Arreola Pérez. CDE PRI Coahuila, Explanada Luis Donaldo Colosio, Saltillo,
Coahuila de Zaragoza.
1 de Octubre de 2011