Lo que debería ser un gran ejercicio democrático, de argumentos, propuestas, visiones y programas, se ha tornado un campo de guerra de suciedad, descalificativos, denostaciones, odios, mentiras, trampas, acusaciones, caricaturas y difamaciones.
Hemos llegado al extremo de vivir en estos tiempos como si la moral o la ética no sirvieran. Hemos trocado nuestras aspiraciones espirituales por espejitos y piedritas de recompensas en el corto plazo, sin ver que nuestro país demada de visiones de largo plazo, de soluciones para una sociedad empobrecida, marginada e insegura. Soluciones para tener gobiernos eficaces y que den resultados, que se disminuya la brecha entre lo que se dice y se hace, entre lo que está escrito en leyes, decretos y reglamentos y su aplicación y puesta en marcha.
Hace alguno años, compré para mis hijos un video con la formidable película de Disney 'Fantasía'. Para poder comentar acerca de su contenido, tuve que verla en toda su extensión y magnitud. Que magnificiencia de película, llena de música, imagenes y contenido. Recuerdo gratamente a Mickey Mouse, el famoso ratón miguelito, como el aprendíz desventurado de un poderoso brujo. Este maestro de la magia le instruye a miguelito el hacer ciertas tareas en el laboratorio mientras se ausenta. Uno de esos quehaceres era el llenar una gigantesca cisterna con el agua de un pozo cercano. Miguelito, que había estado observando con sumo detalle las artes de magia del brujo, intenta sobrellevar esa tarea aplicando un hechizo a una escoba, la cual se transforma en un lacayo acarreador de tinas de agua. Cuando miguelito se duerme, la escoba robotizada lllena y sobrellena esa cisterna, inundando todo el laboratorio. Al despertar, miguelito intenta detener a la escoba, pero su conocimiento mágico es limitado, y la situación empeora. El agua se apodera del laboratorio, hasta que regresa el brujo, y con sus conocimientos detiene a la escoba y pone todo en orden. En la película se describe esta aventura de miguelito cómo una escena acerca de la
'leyenda de un brujo que tenía un aprendíz, jóven y brillante, muy ansioso de aprender las artes. De hecho, el aprendiz era un poco más que osado, ya que pone en marcha algunos de los trucos de magia de su amo, sin antes aprender como poder controlarlos.
En el escenario electoral actual, muchos de los expertos y genios de los equipos de algunos candidatos, son como el ratón miguelito, que inician movimientos sin saber de antemano, que la multitud, de acciones y personas, sigue caminos con resultados muy distintos a los esperados; algunos que rayan en el desbordamiento de las pasiones y generan comportamientos violentos --en lo físico y en lo verbal-- y que ahora no hayan como controlarlos. Lo que parecia una sana e inocente práctica política, disfrazada de un movimiento ciudadano juvenil apartidista, el #YoSoy132, resulta ser el juego de grandes intereses económicos, y que pone a la tv mexicana como la gran creadora y formadora de nuestra cultura y educación política.
Se ha creado un frankestein, que puede desconocer a su amo; una 'ternurita' como la describe Ricardo Alemán, que bajo la hipnosis del cambio, se asume como el fiel de la balanza, como el único poseedor de la verdad y del poder de la transformación. En muy poco contribuyen al 'despertar democrático' --sin subestimar la importante y muy necesaria participación de los jóvenes--, que salidos de una aula opaca ahora comparten reflectores nacionales y se sienten los protagonistas únicos de un proceso que es de todos --jovenes, ancianos, discapacitados, clase media, universitarios, obreros, campesinos, amas de casa, asalariados, desempleados, indigenas, empresarios, artistas y hasta políticos--Nadie se puede apoderar de un proceso democrático ciudadano, nadie se puede declarar poseedor único de la verdad y nadie se puede asumir como interprete único de la realidad nacional.
Dejemos a un lado intolerancia y fanatismo, propiciemos todos un clima de respeto y conocordia en el que aceptemos la discrepancia ideológica, que reconozcamos que el poder ciudadano, no se mide por la fuerza física, sino por la fuerza de las ideas y la razón. México necesita de todos, transitando por distintos caminos, pero unidos en el objetivo superior de lograr el desarrollo sustentable e integral de nuestro país.
Nuestro deber es construir un mundo mejor, ¿Que clase de hombre es aquel que no quiera cambiar el mundo por uno mejor? Nuestra pequeñez en el vasto universo no debe limitarnos para mejorarlo. Para alcanzar lo posible, hay que intentar lo imposible. Creo firmemente que para cambiar al mundo hay que empezar por nosotros mismos. Labrar en nosotros mismos la mejor persona en que nos podamos convertir. ¡Al cambiar nosotros, el mundo cambia!