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sábado, 24 de mayo de 2014

Hablar de las zonas áridas para darle voz al desierto



Lorenzo Alejandro López Barbosa
Universidad Autónoma Agraria
 Antonio Narro
Jorge Galo Medina Torres
SAGARPA

Hablar de zonas áridas no es sólo referirnos a la cuarta parte de la superficie mundial, donde vive una sexta parte de la población que habita nuestro degradado planeta; que para el caso de México representa la mitad del Territorio Nacional y la tercera parte de sus habitantes. Hablar de zonas áridas, es referirnos a ecosistemas complejos, a 97 tipos y subtipos de clima en las que corresponden a nuestro país; a lugares sumamente diversos que concentran una amplia diversidad de culturas y expresiones, de formas de sobrevivencia, donde encontramos principalmente a personas de carácter frente a lo inhóspito, de temple frente a lo adverso, de optimismo frente a la oportunidad, creando y recreando vida en las más duras condiciones climáticas.

Hablar de zonas áridas es hablar de una amplia diversidad de formas de producción y culturas campesinas muy específicas: es hablar de ixtleros, de candelilleros, de organeros, de mezquiteros, de jojoberos, de recolectores de sal, de cortadilleros, datileros, leñadores, sotoleros y agaveros; de artesanos de palo fierro en Sonora, o de artesanos de mezquite y concha de abulón en Hidalgo; de curtidores de pieles, de ladrilleros, de pescadores; de pastores o de agricultores sabios que se juegan el sustento de un año al juzgar la besana; son gambusinos, otros mineros de noche y campesinos de día; cortadores de bloques de sillar o de piedra laja; de recolectores de la preciada damiana; de datileros, de recolectores de zacate buffel en la carretera; son operadores de turismo responsable, guías de cazadores, carpinteros de guasimas, celosos guardianes de las aguas prehistóricas de Cuatro Ciénegas, caminantes eternos en el sendero Wixarika, de raramuris corredores en  la Sierra Tarahumara, es hablar de papágos, yaquis, kikapoos, seris, mayos, tepehuanes, ñahñhues, chichimecas, mexicaneros, coras, huicholes, mixtecos, nahuas, otomíes, triquis.

En los últimos cincuenta años, el conocimiento de los medios áridos se ha profundizado considerablemente y hoy en día, se dispone de un gran cúmulo de datos e interpretaciones al respecto. Sin embargo, también en los últimos cincuenta años, poco se ha avanzado en el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes, en la oportunidad de contar con tecnologías innovadoras y adecuadas al entorno y las características del productor rural de dichas regiones; en la adopción de prácticas sustentables, en la obligación de la conservación, la restauración y la protección. No obstante lo anterior, hoy es necesario afrontar una serie de nuevos desafíos: las variaciones climáticas, y más concretamente sus repercusiones en el ciclo del carbono y el ciclo natural del agua; la problemática de la preservación de los bienes y servicios de los distintos ecosistemas; o los problemas en el ámbito energético, como la utilización de madera como combustible y las posibilidades ofrecidas por la energía solar.

Muchos años nos costó comprender que la sequía no es un evento temporal o atípico, sino que es recurrente y permanente en vastas regiones del país.  Hoy no podemos aguardar tanto tiempo para comprender los nuevos desafíos derivados de la degradación delos recursos naturales, o de lo que Aubreville en su famosa cita de los años cuarenta en su informe sobre la desertificación sentenciaba: “Existen desiertos reales que hoy están naciendo bajo nuestros propios ojos, en regiones donde las precipitaciones son entre 700 y 1,500 milímetros anuales.”

Abandonamos la lucha contra la desertificación cuando debió ser el eje de muchas de las políticas para un desarrollo sustentable, incluyente y justo de las zonas áridas y sus habitantes. Debemos reconocer, salvo muy honoras excepciones, que las iniciativas para solucionar el problema de la falta de agua en el medio rural de las zonas áridas, han sido tristes fracasos. Si olvidamos el suelo, si no reconocemos su carácter de depositario de las degradaciones naturales y antropogénicas, no podemos restaurar el ciclo hidrológico, la permanencia de la biodiversidad, el amortiguamiento de las variaciones climáticas severas, la fijación de energía, la producción de biomasa, en fin, de la capacidad biológica del ecosistema. 

Por ello, con los pies en la Tierra debemos de hacer frente, de manera decidida, responsable, proactiva e innovadora a los siguientes elementos de política pública y de normatividad específica que sean necesarios:

                        Habilitar el camino hacia la construcción multisectorial de un marco normativo que
                      permita manejar de forma sustentable y holística nuestros recursos naturales                     de las  zonas áridas.
                       Incorporar las medidas de lucha contra la desertificación y la sequía a las políticas y                 planes  de desarrollo.
                         Reforzar la capacidad institucional para atender estas zonas en materia de 
                      desarrollo tecnológico, innovación, capacitación y extensionismo
-                        Crear sólidos sistemas de información, monitoreo, evaluación y vigilancia
-                          Reforestar grandes áreas con especies nativas
                            Rehabilitar agostaderos
                            Recuperar áreas salinizadas
                             Estabilizar y forestar dunas
                        Establecer cinturones verdes, cortinas rompevientos y delimitaciones parcelarias 
                       con    cercos   vivos
                          Reforestar para la recarga de acuíferos
                          Diseñar reales proyectos integrales
                           Fortalecer la producción de traspatio
                           Diseñar nuevas alternativas para el manejo de escurrimientos
                           Mejoramiento de la vivienda rural
                           Apoyar la construcción de parques energéticos administrados por las propias  
                         comunidades
                             Mejoramiento genético responsable y continuo
                             Establecer mecanismos legales para la gobernanza territorial de los recursos
                            comunes
                            Definir instrumentos para asegurar el manejo adecuado de las cargas animales 
                            en los agostaderos
                             Establecer las bases para consolidar prácticas de pastoreo rotativo (holístico)

Más que un desierto de planta y animales, las zonas áridas mexicanas han sido  un desierto de obras, de acciones pero sobretodo de ideas: la gran biodiversidad del desierto mexicano (en sus dos grandes ecosistemas, el Sonorense y el Chihuahuense) hoy nos ofrece múltiples oportunidades para el desarrollo de sus habitantes. Es un  productor natural de especies vegetales para las industrias cosméticas, farmacéuticas de fibras, ceras, aromáticas, minería, y en particular una gran extensión  de agostaderos que requieren de  mejores sistemas de manejo y aprovechamiento para la ganadería Mayor y menor. Urgen políticas públicas productivas  que impulsen y fortalezcan su desarrollo a largo plazo, políticas sociales para la formación de especialistas en uso y manejo del suelo agua y pastizales y bosques y de mayor y mejor  investigación que genere innovaciones tecnológicas para el manejo sustentable,  agroecológico y holístico de su riqueza vegetal, animal, mineral  y del paisaje para el turismo de aventura.  Políticas públicas económicas para destinar mayores inversiones que den ocupación e ingresos a los productores rurales. Políticas públicas sociales para mejorar sus condiciones de salud, alimentación, educación, luz, vivienda y caminos. Y políticas públicas ecológicas para la protección y conservación y mejoramiento de ecosistemas vulnerables que han sobrevivido en un delicado y frágil  balance. Tenemos una importante y creciente percepción pública respecto de la problemática relacionada con la degradación de los recursos naturales, lo que plantea una mayor demanda de soluciones por parte de las instituciones del Estado, y  lleva a posicionar dicho debate en la agenda de los tomadores de decisiones en esa materia. Una tarea prioritaria, como lo ha expresado el Secretario de SAGARPA Lic Enrique Martínez y Martínez, lo es, además de indicar el que hacer, es el cómo hacerlo, como poner en marcha las acciones, la ejecución de los proyectos; y esta ha sido reconocida en los ámbitos públicos y privados,  organizacionales y empresariales, como el principal cuello de botella de la administración y gestión. 

Por eso estamos aquí, para darle voz al desierto y proponer las pautas que permitan cambiar el rostro de las zonas áridas de México… y que no suceda lo que Jean Baudrillard sentenció:
“El silencio del desierto también es visual. Lo conforma la extensión de la mirada que no encuentra sitio donde reflejarse.









"El desierto es desierto sólo para aquellos que no ven. 
O que no saben ver, lo cual es lo mismo que no ver.
Estuve hace unos días en el norte de Coahuila, en las
vastas planicies que dicen del desierto, y lo vi pródigo,
 prodigioso.
Me llené los ojos con el verde ternísimo del mezquite 
de hojas nuevas; con el amarillo mostaza de los huizaches 
florecidos; con el rojo púrpura de la tuna, el gualda de los
 girasoles, el ocre, grana, guinda, fiucha, turquesa, amaranto, 
corinto, magenta, solferino; los mil y mil colores sin nombre
 de mil y mil flores diversas.
Desierto... El que mira bien lo ve lleno de vida, de colores,
 de inacabables bellezas. Cuando mi propia vida me parezca 
un desierto me veré bien a mí mismo y encontraré lo que mi 
Padre y mis hermanos han puesto en ella. Y mi vida ya no me
 parecerá un desierto"

Armando Fuentes Aguirre "Catón"
Presente lo tengo yo
@Caton_FA
http://www.vanguardia.com.mx/columnas-eldesierto-1513122.html