Lorenzo Alejandro
López Barbosa
Universidad Autónoma
Agraria
Antonio Narro
Jorge Galo Medina
Torres
SAGARPA
Hablar
de zonas áridas no es sólo referirnos a la cuarta parte de la superficie
mundial, donde vive una sexta parte de la población que habita nuestro
degradado planeta; que para el caso de México representa la mitad del
Territorio Nacional y la tercera parte de sus habitantes. Hablar de zonas
áridas, es referirnos a ecosistemas complejos, a 97 tipos y subtipos de clima
en las que corresponden a nuestro país; a lugares sumamente diversos que
concentran una amplia diversidad de culturas y expresiones, de formas de
sobrevivencia, donde encontramos principalmente a personas de carácter frente a
lo inhóspito, de temple frente a lo adverso, de optimismo frente a la
oportunidad, creando y recreando vida en las más duras condiciones climáticas.
Hablar
de zonas áridas es hablar de una amplia diversidad de formas de producción y
culturas campesinas muy específicas: es hablar de ixtleros, de candelilleros,
de organeros, de mezquiteros, de jojoberos, de recolectores de sal, de cortadilleros,
datileros, leñadores, sotoleros y agaveros; de artesanos de palo fierro en
Sonora, o de artesanos de mezquite y concha de abulón en Hidalgo; de curtidores
de pieles, de ladrilleros, de pescadores; de pastores o de agricultores sabios
que se juegan el sustento de un año al juzgar la besana; son gambusinos, otros
mineros de noche y campesinos de día; cortadores de bloques de sillar o de
piedra laja; de recolectores de la preciada damiana; de datileros, de
recolectores de zacate buffel en la carretera; son operadores de turismo
responsable, guías de cazadores, carpinteros de guasimas, celosos guardianes de
las aguas prehistóricas de Cuatro Ciénegas, caminantes eternos en el sendero
Wixarika, de raramuris corredores en la
Sierra Tarahumara, es hablar de papágos, yaquis, kikapoos, seris, mayos,
tepehuanes, ñahñhues, chichimecas, mexicaneros, coras, huicholes, mixtecos,
nahuas, otomíes, triquis.
En
los últimos cincuenta años, el conocimiento de los medios áridos se ha
profundizado considerablemente y hoy en día, se dispone de un gran cúmulo de
datos e interpretaciones al respecto. Sin embargo, también en los últimos
cincuenta años, poco se ha avanzado en el mejoramiento de la calidad de vida de
sus habitantes, en la oportunidad de contar con tecnologías innovadoras y
adecuadas al entorno y las características del productor rural de dichas
regiones; en la adopción de prácticas sustentables, en la obligación de la
conservación, la restauración y la protección. No obstante lo anterior, hoy es
necesario afrontar una serie de nuevos desafíos: las variaciones climáticas, y
más concretamente sus repercusiones en el ciclo del carbono y el ciclo natural
del agua; la problemática de la preservación de los bienes y servicios de los
distintos ecosistemas; o los problemas en el ámbito energético, como la
utilización de madera como combustible y las posibilidades ofrecidas por la
energía solar.
Muchos
años nos costó comprender que la sequía no es un evento temporal o atípico,
sino que es recurrente y permanente en vastas regiones del país. Hoy no podemos aguardar tanto tiempo para
comprender los nuevos desafíos derivados de la degradación delos recursos
naturales, o de lo que Aubreville en su famosa cita de los años cuarenta en su
informe sobre la desertificación sentenciaba: “Existen desiertos reales que hoy
están naciendo bajo nuestros propios ojos, en regiones donde las
precipitaciones son entre 700 y 1,500 milímetros anuales.”
Abandonamos
la lucha contra la desertificación cuando debió ser el eje de muchas de las
políticas para un desarrollo sustentable, incluyente y justo de las zonas
áridas y sus habitantes. Debemos reconocer, salvo muy honoras excepciones, que
las iniciativas para solucionar el problema de la falta de agua en el medio
rural de las zonas áridas, han sido tristes fracasos. Si olvidamos el suelo, si
no reconocemos su carácter de depositario de las degradaciones naturales y antropogénicas,
no podemos restaurar el ciclo hidrológico, la permanencia de la biodiversidad,
el amortiguamiento de las variaciones climáticas severas, la fijación de
energía, la producción de biomasa, en fin, de la capacidad biológica del
ecosistema.
Por ello, con los pies en la Tierra debemos de hacer frente, de
manera decidida, responsable, proactiva e innovadora a los siguientes elementos
de política pública y de normatividad específica que sean necesarios:
Habilitar
el camino hacia la construcción multisectorial de un marco normativo que
permita manejar de forma sustentable y holística nuestros recursos naturales de las zonas
áridas.
Incorporar
las medidas de lucha contra la desertificación y la sequía a las políticas y planes de desarrollo.
Reforzar
la capacidad institucional para atender estas zonas en materia de
desarrollo tecnológico, innovación, capacitación y extensionismo
desarrollo tecnológico, innovación, capacitación y extensionismo
- Crear
sólidos sistemas de información, monitoreo, evaluación y vigilancia
- Reforestar
grandes áreas con especies nativas
Rehabilitar
agostaderos
Recuperar
áreas salinizadas
Estabilizar
y forestar dunas
Establecer
cinturones verdes, cortinas rompevientos y delimitaciones parcelarias
con cercos vivos
con cercos vivos
Reforestar para la recarga de acuíferos
Diseñar
reales proyectos integrales
Fortalecer
la producción de traspatio
Diseñar
nuevas alternativas para el manejo de escurrimientos
Mejoramiento
de la vivienda rural
Apoyar
la construcción de parques energéticos administrados por las propias
comunidades
Mejoramiento
genético responsable y continuo
Establecer
mecanismos legales para la gobernanza territorial de los recursos
comunes
comunes
Definir
instrumentos para asegurar el manejo adecuado de las cargas animales
en los agostaderos
en los agostaderos
Establecer
las bases para consolidar prácticas de pastoreo rotativo (holístico)
Más
que un desierto de planta y animales, las zonas áridas mexicanas han sido un desierto de obras, de acciones pero
sobretodo de ideas: la gran biodiversidad del desierto mexicano (en sus dos
grandes ecosistemas, el Sonorense y el Chihuahuense) hoy nos ofrece múltiples
oportunidades para el desarrollo de sus habitantes. Es un productor natural de especies vegetales para
las industrias cosméticas, farmacéuticas de fibras, ceras, aromáticas, minería,
y en particular una gran extensión de
agostaderos que requieren de mejores
sistemas de manejo y aprovechamiento para la ganadería Mayor y menor. Urgen
políticas públicas productivas que
impulsen y fortalezcan su desarrollo a largo plazo, políticas sociales para la
formación de especialistas en uso y manejo del suelo agua y pastizales y
bosques y de mayor y mejor investigación
que genere innovaciones tecnológicas para el manejo sustentable, agroecológico y holístico de su riqueza
vegetal, animal, mineral y del paisaje
para el turismo de aventura. Políticas
públicas económicas para destinar mayores inversiones que den ocupación e ingresos
a los productores rurales. Políticas públicas sociales para mejorar sus
condiciones de salud, alimentación, educación, luz, vivienda y caminos. Y políticas
públicas ecológicas para la protección y conservación y mejoramiento de
ecosistemas vulnerables que han sobrevivido en un delicado y frágil balance. Tenemos una importante y creciente
percepción pública respecto de la problemática relacionada con la degradación
de los recursos naturales, lo que plantea una mayor demanda de soluciones por
parte de las instituciones del Estado, y lleva a posicionar dicho debate en la agenda
de los tomadores de decisiones en esa materia. Una tarea prioritaria, como lo ha expresado el Secretario de SAGARPA Lic Enrique Martínez y Martínez, lo es, además de indicar el que hacer, es el cómo hacerlo, como poner en marcha las acciones, la ejecución de los proyectos; y esta ha sido reconocida en los ámbitos públicos y privados, organizacionales y empresariales, como el principal cuello de botella de la administración y gestión.
Por
eso estamos aquí, para darle voz al desierto y proponer las pautas que permitan
cambiar el rostro de las zonas áridas de México… y que no suceda lo que Jean
Baudrillard sentenció:
“El
silencio del desierto también es visual. Lo conforma la extensión de la mirada
que no encuentra sitio donde reflejarse.”
"El desierto es desierto sólo para aquellos que no ven.
O que no saben ver, lo cual es lo mismo que no ver.
Estuve hace unos días en el norte de Coahuila, en las
vastas planicies que dicen del desierto, y lo vi pródigo,
prodigioso.
Me llené los ojos con el verde ternísimo del mezquite
de hojas nuevas; con el amarillo mostaza de los huizaches
florecidos; con el rojo púrpura de la tuna, el gualda de los
girasoles, el ocre, grana, guinda, fiucha, turquesa, amaranto,
corinto, magenta, solferino; los mil y mil colores sin nombre
de mil y mil flores diversas.
Desierto... El que mira bien lo ve lleno de vida, de colores,
de inacabables bellezas. Cuando mi propia vida me parezca
un desierto me veré bien a mí mismo y encontraré lo que mi
Padre y mis hermanos han puesto en ella. Y mi vida ya no me
parecerá un desierto"
Armando Fuentes Aguirre "Catón"
Presente lo tengo yo
@Caton_FA
http://www.vanguardia.com.mx/columnas-eldesierto-1513122.html