"Un Maestro recibió un día la visita de un joven que quería
convertirse en su discípulo. Comenzó pues la enseñanza y así fue
la primera lección.
El Maestro dijo al discípulo: « Vete a pasear
por el cementerio e insulta a los muertos; escucha bien lo que te
responden y luego vuelves a informarme. » El joven, obedeciendo,
fue al cementerio y comenzó a caminar entre las tumbas
insultando: ¡nunca los muertos de un cementerio habían oído algo
semejante! Pronto, cuando se le acabó la inspiración, se detuvo
para escuchar la respuesta: nada.
De vuelta hacia su Maestro,
tuvo que confesar que sus injurias no habían tenido efecto
alguno, los muertos no habían reaccionado. « Oh, dijo el Maestro,
quizás pensaron que tus insultos no merecían respuesta. Volverás
al cementerio, pero esta vez, deberás elogiarlos. Ahora, sin
duda, te responderán. »
El joven regresó al cementerio, cambió
de tono y lanzó a los muertos palabras muy halagadoras. Pero de
nuevo nada, el silencio…
Verdaderamente muy decepcionado y sintiéndose culpable por no
haber sido lo suficientemente elocuente, el joven regresó al lado
de su Maestro: «Tampoco han reaccionado», le dijo.
El Maestro le contempló sonriendo y respondió: «Pues bien, aprende
que tú debes ser como ellos: aunque te maldigan o te alaben, esto no debe
afectarte, no respondas.»"
Omraam Mikhaël Aïvanhov