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jueves, 15 de septiembre de 2011


Un Taco de Ojos….

Jorge Galo Medina T.
Presentación del libro
‘Evocaciones
del sabor y del alma.
Placeres gastronómicos’
                                                                                de
Arcelia Ayup Silvet
en el
Salón de las Letras,
Museo del Desierto
Feria Internacional
del Libro,
Saltillo, Coahuila,
14 de Septiembre 2011












“La vida interior necesita
una casa confortable
y una buena cocina”
David Herbert Lawrence



En nada difiere el cocinero
del poeta  pues la 
 inteligencia es el arte
de cada uno de ellos"
Ateneo
Rey de Bitinia,
  ‘El banquete de los eruditos’







‘Un taco de ojos’ en la jerga cotidiana se refiere a ese deleite a la pupila, ocasionado por la presencia de algo atractivo. Cuando fui invitado a comentar éste libro,  sin conocer su portada, formato ni contenido,  acepté esa honrosa distinción, a sabiendas de que en esa materia era un muy rudimentario aprendiz. Me propuse ‘echarme un taco de ojos’, y compensar de alguna manera la posibilidad de que alguien dentro de éste docto público pudiera decir ‘de lengua me echo un taco’, otra expresión popular usada para poner en duda lo que otro está diciendo.

Total, me dije, el leer e investigar acerca del libro, será un  paladeo, que bien vale la pena el ridículo de un neófito –en la confección, que no en la consumación culinaria--al narrar la obra de una consumada, seductora y habilidosa gastronómica, gourmet y escritora.

En verdad se trata de una cocina abierta para aprendices y expertos. Es una invitación a cocineros, cocineras, chefs, gourmets a entrar a su cocina, no quedarse en el comedor. Adentrarse a la cocina y ver como la autora y otros ayudantes de ella --actuales y de otras épocas remotas--,  preparan sus recetas, los ingredientes usados y el orden y forma de prepararlos para que, además de sabrosos, adornen –temporalmente la mesa—y agraden el paladar, la vista y el olfato de los invitados.



En todo el repertorio hay filigrana; la cocinera degusta manjares delicados que no solo evocan el sabor sino al alma misma. Sus recetas son aderezadas con frases, anécdotas y pasajes. Habiendo tantas maneras de preparar un platillo, como cocineros y cocineras existen,  la autora cauta nos deja entrever en sus reglas para el trabajo en la cocina, que no hay recetas válidas para todos,  que experimentemos, que usemos la inventiva, para que desfilen libremente sabores, aromas y colores; que el menú propuesto, sea la guía para abrir nuevas rutas al paladar.



Pues bien, el libro es como una comida servida; la cocinera ha pasado innumerables horas preparando este festín para los ojos, la boca y el alma; nadie tiene mayor deseo ni ansiedad porque el banquete empiece y que les aproveche.



Esta tarde pudiera parecer una de tantas, de un día común y corriente, ya que como todos los días, los casi  siete mil millones de personas, nos levantamos, trabajamos y al final del día nos dormimos; mientras que alrededor de  un centenar de curiosos de la gastronomía nos reunimos a fin de evocar los sabores y aromas de una obra cocinada por Arcelia Ayup Silveti, adornada bellamente por su prima hermana Tabata Ayup de Alba, asesorada con la complicidad de Salvador Hernández Vélez, motivada enormemente por sus padres e hija y editada y prologada por amantes de la buena cocina,  en la que el ingrediente principal es el amor.  



Decía, que esta no es un tarde cualquiera. Los seres humanos que compartimos esta sala,  asistimos a un proceso de domesticación, y no me refiero  a la doma o al cultivo de plantas y animales para provecho del hombre. Para explicarme y hacerme entender un poco mejor en por qué considero que se trata de una domesticación, permítanme auxiliarme de  uno de mis autores favoritos, Antoine de Saint Exupéry, que en su obra ‘El Principito’, relata la siguiente deliciosa escena y tierno diálogo que se da entre el principito y el zorro:



 El zorro, ante la insistencia del principito por saber que significa <<domesticar>>, le contesta:

“…---Es una cosa demasiado olvidada ----dijo el zorro ---. Significa <>

--- ¿Crear lazos?

---Si ---dijo el zorro----. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domésticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…. ----Sólo se conocen las cosas que se domestican… Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!…."
 {Fin del dialogo y cita}



Hoy, esta tarde, señoras y señores, con nuestra presencia le estamos pidiendo a Arcelia y sus evocaciones, que nos <<domestique>>>, que con el hilo de Ariadna, nos conduzca en ese laberinto de sabores y olores para llegar al alma. Asistimos a la creación de un vínculo con el autor y su obra. Esta es una doble domesticación: la de vincularnos a la lectura y la de crear lazos con la cocina.

Para hacerme entender mejor, evoco ésta tarde, aquel septiembre de 1931, en el pueblo Fuente de Vaqueros,  provincia de Granada, en que Federico García Lorca, al inaugurar la biblioteca de su tierra, toma la palabra y empieza por explicar que cuando vamos al cine, a un concierto o fiesta, si lo que encontramos es de nuestro agrado, nos lamentamos de que las personas que uno quiere no estén allí. En su discurso habla del libro como ese “…supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión…”
  Para luego rematar con las siguientes palabras que cito también textualmente: “...Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro…las reivindicaciones culturales… es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan…” {cita terminada}

Que belleza de palabras para expresar lo que es el tema central que nos reúne esta tarde a todos. Si bien es cierto que tenemos que ingerir alimentos para el cuerpo, no menos importante lo es el ingerir alimentos para el alma.  Comparto plenamente el pensamiento de Susan Sontag: "... LIBROS: Pedazos de pensamiento que uno puede llevar consigo..."
 


Y cito nuevamente de manera textual a García Lorca “…Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita…es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón…Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida…” 
García Lorca estaba convencido que  sólo a través de la cultura es como un pueblo –lleno de fe pero falto de luz--puede debatir y resolver los problemas que enfrenta.



Estoy seguro que en esta tarde todos  hemos rebasado el taco de ojos, pasando del deleite pupilar al del gusto. El libro que Arcelia pone en nuestras manos y mentes es la voz de la cocina que evoca sabores y placeres gastronómicos y que nos llena de olores; ese paraíso dentro de la casa, a la cual a veces nos rehusamos a entrar. Así como el jardín es más que tierra; la cocina es más que utensilios, ingredientes y paredes. Es un lugar casi sagrado de la casa, del hogar, en el que, si se ve con el corazón, se pueden apreciar esas cosas esenciales que son invisibles a los ojos.

 Los secretos que encierra la cocina, al ser evocados por Arcelia, toman forma, se pueden palpar, sentir, oler y saborea.  Para ella “…La vida es como cocinar: antes de elegir lo que te gusta, pruebas un poco de todo…” (http://www.ecualinkblog.com).



Termino citando a León Trotsky,  ejemplar revolucionario que con las armas de las letras nos  enseña  que “El arte y la cultura forman otro frente de lucha; escritores y artistas son sus soldados”. Si en ese frente se funden  alma y   placer, resulta una exquisita mezcla, un singular revoltijo.  Pero si además, le agregamos algo tan básico y antiguo como el comer, la elaboración es inmejorable, como la obra que hoy nos presenta Arcelia; escrita  bajo el hechizo del amor de un fogón encendido y marinada con inigualable y original sazón.