Un Taco de Ojos….
Jorge Galo Medina T.
Presentación del
libro
‘Evocaciones
del
sabor y del alma.
Placeres
gastronómicos’
de
Arcelia Ayup Silvet
en el
Salón de las Letras,
Museo del Desierto
Feria Internacional
del Libro,
Saltillo, Coahuila,
14 de Septiembre 2011
“La
vida interior necesita
una
casa confortable
y
una buena cocina”
David Herbert Lawrence
En
nada difiere el cocinero
del
poeta pues la
inteligencia es el arte
de
cada uno de ellos"
Ateneo
Rey
de Bitinia,
‘El banquete de los eruditos’
‘Un taco de ojos’
en la jerga cotidiana se refiere a ese deleite a la pupila, ocasionado por la
presencia de algo atractivo. Cuando fui invitado a comentar éste libro, sin conocer su portada, formato ni
contenido, acepté esa honrosa distinción,
a sabiendas de que en esa materia era un muy rudimentario aprendiz. Me propuse ‘echarme un taco de ojos’, y compensar
de alguna manera la posibilidad de que alguien dentro de éste docto público
pudiera decir ‘de lengua me echo un
taco’, otra expresión popular usada para poner en duda lo que otro está
diciendo.
Total, me dije, el leer e investigar acerca del libro, será
un paladeo, que bien vale la pena el
ridículo de un neófito –en la confección, que no en la consumación culinaria--al
narrar la obra de una consumada, seductora y habilidosa gastronómica, gourmet y
escritora.
En verdad se trata de una cocina abierta para aprendices y
expertos. Es una invitación a cocineros, cocineras, chefs, gourmets a entrar a
su cocina, no quedarse en el comedor. Adentrarse a la cocina y ver como la
autora y otros ayudantes de ella --actuales y de otras épocas remotas--, preparan sus recetas, los ingredientes usados
y el orden y forma de prepararlos para que, además de sabrosos, adornen
–temporalmente la mesa—y agraden el paladar, la vista y el olfato de los
invitados.
En todo el repertorio hay filigrana; la cocinera degusta
manjares delicados que no solo evocan el sabor sino al alma misma. Sus recetas
son aderezadas con frases, anécdotas y pasajes. Habiendo tantas maneras de
preparar un platillo, como cocineros y cocineras existen, la autora cauta nos deja entrever en sus
reglas para el trabajo en la cocina, que no hay recetas válidas para
todos, que experimentemos, que usemos la
inventiva, para que desfilen libremente sabores, aromas y colores; que el menú propuesto,
sea la guía para abrir nuevas rutas al paladar.
Pues bien, el libro es como una comida servida; la cocinera
ha pasado innumerables horas preparando este festín para los ojos, la boca y el
alma; nadie tiene mayor deseo ni ansiedad porque el banquete empiece y que les
aproveche.
Esta tarde pudiera parecer una de tantas, de un día común y
corriente, ya que como todos los días, los casi siete mil millones de personas, nos
levantamos, trabajamos y al final del día nos dormimos; mientras que alrededor
de un centenar de curiosos de la
gastronomía nos reunimos a fin de evocar los sabores y aromas de una obra
cocinada por Arcelia Ayup Silveti, adornada bellamente por su prima hermana
Tabata Ayup de Alba, asesorada con la complicidad de Salvador Hernández Vélez,
motivada enormemente por sus padres e hija y editada y prologada por amantes de
la buena cocina, en la que el
ingrediente principal es el amor.
Decía, que esta no es un tarde cualquiera. Los seres humanos
que compartimos esta sala, asistimos a
un proceso de domesticación, y no me refiero a la doma o al cultivo de plantas y animales
para provecho del hombre. Para explicarme y hacerme entender un poco mejor en
por qué considero que se trata de una domesticación, permítanme auxiliarme de uno de mis autores favoritos, Antoine de Saint
Exupéry, que en su obra ‘El Principito’, relata la siguiente deliciosa escena y
tierno diálogo que se da entre el principito y el zorro:
El zorro, ante la
insistencia del principito por saber que significa <<domesticar>>, le contesta:
“…---Es una cosa demasiado olvidada ----dijo el zorro ---.
Significa <>
--- ¿Crear lazos?
---Si ---dijo el zorro----. Para mí no eres todavía más que
un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco
me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros.
Pero, si me domésticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí
único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…. ----Sólo se conocen las
cosas que se domestican… Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada.
Compran cosas hechas a los mercaderes. Como no existen mercaderes de amigos,
los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!…."
{Fin del
dialogo y cita}
Hoy, esta tarde, señoras y señores, con nuestra presencia le
estamos pidiendo a Arcelia y sus evocaciones, que nos <<domestique>>>, que con el hilo
de Ariadna, nos conduzca en ese laberinto de sabores y olores para llegar al
alma. Asistimos a la creación de un vínculo con el autor y su obra. Esta es una
doble domesticación: la de vincularnos a la lectura y la de crear lazos con la
cocina.
Para hacerme entender mejor, evoco ésta tarde, aquel
septiembre de 1931, en el pueblo Fuente de Vaqueros, provincia de Granada, en que Federico García
Lorca, al inaugurar la biblioteca de su tierra, toma la palabra y empieza por
explicar que cuando vamos al cine, a un concierto o fiesta, si lo que
encontramos es de nuestro agrado, nos lamentamos de que las personas que uno
quiere no estén allí. En su discurso habla del libro como ese “…supremo bien de la belleza que es vida y
es bondad y es serenidad y es pasión…”
Para luego rematar con las siguientes palabras que cito también
textualmente: “...Yo, si tuviera hambre
y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan
y un libro…las reivindicaciones culturales… es lo que los pueblos piden a
gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres
sepan…” {cita terminada}
Que belleza de palabras para expresar lo que es el
tema central que nos reúne esta tarde a todos. Si bien es cierto que tenemos
que ingerir alimentos para el cuerpo, no menos importante lo es el ingerir
alimentos para el alma. Comparto plenamente el pensamiento de Susan Sontag: "... LIBROS: Pedazos de pensamiento que uno puede llevar consigo..."
García Lorca estaba convencido que sólo a través de la cultura es como un pueblo –lleno de fe pero falto de luz--puede debatir y resolver los problemas que enfrenta.
Estoy seguro que en esta tarde todos hemos rebasado el taco de ojos, pasando del deleite pupilar al del gusto. El libro
que Arcelia pone en nuestras manos y mentes es la voz de la cocina que evoca
sabores y placeres gastronómicos y que nos llena de olores; ese paraíso dentro
de la casa, a la cual a veces nos rehusamos a entrar. Así como el jardín es más
que tierra; la cocina es más que utensilios, ingredientes y paredes. Es un
lugar casi sagrado de la casa, del hogar, en el que, si se ve con el corazón,
se pueden apreciar esas cosas esenciales que son invisibles a los ojos.
Los secretos que
encierra la cocina, al ser evocados por Arcelia, toman forma, se pueden palpar,
sentir, oler y saborea. Para ella “…La vida es como cocinar: antes de elegir
lo que te gusta, pruebas un poco de todo…” (http://www.ecualinkblog.com).
Termino citando a León Trotsky, ejemplar revolucionario que con las armas de
las letras nos enseña que “El
arte y la cultura forman otro frente de lucha; escritores y artistas son sus
soldados”. Si en ese frente se funden
alma y placer, resulta una
exquisita mezcla, un singular revoltijo. Pero si además, le
agregamos algo tan básico y antiguo como el comer, la elaboración es inmejorable,
como la obra que hoy nos presenta Arcelia;
escrita bajo el hechizo del amor de un fogón encendido y
marinada con inigualable y original sazón.